En una ocasión, un Maestro iba con su discípulo por un camino estrecho. Al llegar a un río, se encontraron con dos mujeres, madre e hija sentadas en este lado del río. La más joven se dirigió a ellos en señal de plegaría
- ¿Podrían ayudarme a cruzar a mi madre al otro lado del río? El agua está muy fuerte y no puedo con ella en brazos
El joven discípulo se apresuro a contestarle
- Créeme que lo sentimos, tenemos terminantemente prohibido en nuestra orden toda relación con mujer, no podemos casi ni hablar con ellas – entre tanto, el Maestro se acercó, cogió a la mujer en brazos la ayudó a cruzar a la otra orilla y siguió camino
Pasaron todo el día en silencio, como era su práctica habitual. Al llegar la noche, había un momento donde se podía hablar e intercambiar opiniones por un instante o enseñanzas. El discípulo se dirigió al Maestro todo apesadumbrado
- Maestro, tenemos prohibido relación con mujeres ¿cómo cogisteis a esa mujer del río?
El maestro, desde el silencio y sin hacer mención de sorpresa ni contrariedad le dijo
- Yo esta mañana ayudé a una mujer a cruzar un río que no podía pasar , pero tu llevas todo el día a esa mujer del río en tu mente ¿Quién ha tenido más relación con ella?
Moraleja: en ocasiones, sucedida una circunstancia seguimos ahí en el sufrimiento de algo que ya pasó y seguimos teniendo “la mujer del río” en nuestro pensamiento, cambia la mujer por cualquier circunstancia ala que constantemente le estás dando vueltas y descubrirás cuantas veces coges a la mujer del río… y sin embargo el río ya pasó.
1 comentario:
Buen cuento, buena moraleja.
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