lunes, 28 de septiembre de 2015

Premio nacional de poesía 2015

Generalmente se dice que la música rock es algo trivial, superfluo etc... y la poesía algo para eruditos, gente de alto nivel cultural... pero ¿Y cuando un poeta, filólogo escribe letras como la de "caperucita feroz" para la orquesta Mondragón? Tal vez lo que hay es un interés por desacreditar una música y esconder algo tan hermoso como la poesía.

No obstante, en esta ocasión D. Luis de Cuenca finalmente ha conseguido aunar ambas y hoy es el flamante ganador o poseedor del premio nacional de poesía 2015, honor que no es fácil obtener y que, como digo posee una larga carrera oética y de  investigación que  bien merece desde aquí nuestro humilde homenaje, respeto y Admiración



 * breve artículo obtenido del diario "el país" http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/06/babelia/1407320979_999143.html



Entre la guerra de Troya y la guerra de las galaxias, ahí ha estado siempre Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950). En su despacho del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
el poeta y filólogo tiene a la vista una larga estantería atiborrada de
textos grecolatinos: los clásicos azules de Gredos, los verdes de la
colección Alma Mater… A su espalda, un dibujo de Lorenzo Saval para el número que le dedicó la revista Litoral y en el que se le ve al lado de Howard Hawks y John Wayne en formación con los clones de Star wars. Al lado del dibujo, un calendario de Juego de tronos. “¿La sigues?”, pregunta como el que busca descubrir a un cómplice. “Yo sí. Siempre me gustaron mucho las novelas de George R. R. Martin, que son todavía mejores que la serie”. Luis Alberto de Cuenca cumple este año cuatro décadas en el CSIC,
pero cuando habla de poesía, cine, cómics o novelas policiacas parece
volver a los 24 años que tenía cuando entró como becario para hacer una
tesis sobre Euforión de Calcis, un poeta griego del siglo III antes de
Cristo. “El Góngora helenístico, para entendernos”, dice el escritor,
que recuerda cómo tenía que cambiar la cabeza de la máquina de escribir
cada vez que pasaba del español al griego. La informática le cambió la
vida y ahora lo escribe todo a ordenador, incluidos los poemas. Acaba de
publicar un libro de consejos a los jóvenes nacido de una conferencia —Lección magistral (Plataforma)— y un libro de versos ante cuyo título —Cuaderno de vacaciones (Visor)
se apresura a aclarar que no los escribió todos en agosto: “Son más
bien el fruto de pasar a limpio ideas que me rondan todo el año y que
escribo cuando desconecto”. Tiene, eso sí, algo de divisa vital porque
todo lo cuenta con entusiasmo: “Es que yo escribo por placer, no por
deber. No entiendo a los que sufren escribiendo. Si sufres, déjalo”.


Él acaba de terminar un estudio sobre el motivo de Putifar en la literatura y tiene entre manos una edición de El cíclope, de Eurípides. Habla de ellos con la misma pasión que de la última película de Jim Jarmusch —“Solo los amantes sobreviven, la de vampiros; su lenguaje me interesa”— o de los tebeos de Brian the brain
de Miguel Á. Martín. “El cómic es un arte maduro; lo que los
intelectuales llaman ahora novela gráfica, para los aficionados de
siempre era un tebeo gordo”. Y dice intelectuales sin asomo de
ironía, él, que es académico de la historia y que ha sido premio de la
crítica de poesía, premio nacional de traducción, director de la
Biblioteca Nacional y secretario de Estado de Cultura. Será por su
faceta de letrista de rock. Últimamente Loquillo ha hecho canciones con
sus poemas, pero antes trabajó al revés: “Me traían las maquetas en
casete y yo escribía sobre la música”. Caperucita feroz, para la Orquesta Mondragón, llegó al disco de platino en los años ochenta. “¡Un best seller!”, cuenta con una sonrisa. ¿Y qué decían los eruditos que le rodeaban en el trabajo? “Pues hacían coña, claro”.


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