viernes, 2 de marzo de 2012

Un cuento Zen

            En una ocasión, un Maestro iba con su discípulo por un camino estrecho. Al llegar a un río, se encontraron con dos mujeres, madre e hija sentadas en este lado del río. La más joven se dirigió a ellos en señal de plegaría

-         ¿Podrían ayudarme a cruzar a mi madre al otro lado del río? El agua está muy fuerte y no puedo con ella en brazos

El joven discípulo se apresuro a contestarle
-         Créeme que lo sentimos, tenemos terminantemente prohibido en nuestra orden toda relación con mujer, no podemos casi ni hablar con ellas – entre tanto, el Maestro se acercó, cogió a la mujer en brazos la ayudó a cruzar a la otra orilla y siguió camino


Pasaron todo el día en silencio, como era su práctica habitual. Al llegar la noche, había un momento donde se podía hablar e intercambiar opiniones por un instante o enseñanzas. El discípulo se dirigió al Maestro todo apesadumbrado
-         Maestro, tenemos prohibido relación con mujeres ¿cómo cogisteis a esa mujer del río?

El maestro, desde el silencio y sin hacer mención de sorpresa ni contrariedad  le dijo
-         Yo esta mañana ayudé a una mujer a cruzar un río que no podía pasar , pero tu llevas todo el día a esa mujer del río en tu mente ¿Quién ha tenido más relación con ella?

Moraleja: en ocasiones, sucedida una circunstancia seguimos ahí en el sufrimiento de algo que ya pasó y seguimos teniendo “la mujer del río” en nuestro pensamiento, cambia la mujer por cualquier circunstancia  ala que constantemente le estás dando vueltas y descubrirás cuantas veces coges a la mujer del río… y sin embargo el río ya pasó.

1 comentario:

Silvia AG dijo...

Buen cuento, buena moraleja.