martes, 13 de septiembre de 2022

"Aniversario de don Paco" también conocido como Quevedo, Francisco de Quevedo

 

Tal dí acomo hoy, 14 de septiembre Nacía en Madrid, 1580, don Francisco de Quevedo "Poeta, novelista, político, moralista, asceta, misógino, burlón, genio del concepto y la palabra…." Así se autodefinía el bueno de Don Paco y no era mala definició pues en poco decí averdaderamente cuanto era.

Sus burlas a Góngora –ya famoso cuando él iniciaba su carrera– fueron una forma poco amable por no decir cruel de hacerse un nombre, ambición que no tardó en conseguir gracias a su prosa directa, llana y alejada de artificios 

 

Cantó al paso del tiempo, la sociedad en la que vive, la decadencia, la vejez o la nostalgia, pero sobre todo el amor, un amor vencedor de la muerte y cantado con tal sentimiento que lo sitúa –según el filólogo García de la Concha– en la cima de la poesía amorosa.

El soneto que encabeza nuestra selección es para el también filólogo y literato Dámaso Alonso (1898-1990) el mejor de Quevedo y de la literatura española.

 

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esa otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

 

A una dama bizca y hermosa

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l’alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?

 

5 poemas de Quevedo - Zenda

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